El morning show
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Fecha: 17 de octubre 2022
Redactado por: Redacción Ya! FM/Leo Polito
La serie de Jeffrey Dahmer ha causado gran impacto en redes sociales debido a los perturbadores hechos que presenta. Pero ¿sabías que hubo un Jeffrey Dahmer mexicano? Acá te contamos.
Raúl Osiel Marroquín tenía tan solo 25 años cuando la policía lo detuvo el 23 de enero de 2006 en la Ciudad de México. Esto debido a que sedujo, secuestró y estranguló a cuatro hombres homosexuales.
Su modus operandi era igual al de Jeffrey Dahmer, iba a antros y bares gay de la Zona Rosa en CDMX, ligaba con los hombres, tenía relaciones con ellos y una vez que podía los mataba. Ya cuando estaban muertos, metía los cuerpos en una maleta y los abandonaba en las inmediaciones del metro Chabacano y la colonia Asturias en la CDMX.
A diferencia de Dahmer, que mataba hombres porque le gustaba ver sus cuerpos y buscaba el amante perfecto, Marroquín aseguraba que las personas de la comunidad gay eran “un mal para la sociedad”, tanto así que al asesinarlos los marcaba con un pentagrama satánico en la frente.
Los bares gays de la Ciudad de México, en especial en la Zona Rosa, eran la zona de caza predilecta de Raúl Osiel Marroquín. En ellos trababa amistad con jóvenes a los que seducía y llevaba a hoteles de paso o a su departamento (ubicado en el número 4223 de la avenida Andrés Molina Enríquez, en la colonia Asturias) para un encuentro sexual.
Marroquín los interrogaba con un propósito: conocer su estatus económico. Si los jóvenes no tenían nada que ofrecerle, Raúl los dejaba ir. En cambio, si sus amantes informaban tener una buena posición financiera, su interés hacia ellos era inmediato.
Ahí, Raúl los asesinaba. Su modus operandi era el estrangulamiento, ya sea con sus manos o con bolsas de plástico. Sin embargo, la preocupación por el estatus financiero de sus víctimas tenía un claro propósito: se comunicaba con sus familias para pedir un rescate de entre 15,000 y 120,000 pesos, según informaron las autoridades en su momento.
El depredador no solo gozaba con lo que hacía, sino que también gustaba de quedarse con recuerdos de sus actos: las identificaciones oficiales de sus víctimas.
Cabe destacar uno de los detalles más morbosos de los actos de este sujeto: en una ocasión arrancó la piel de la frente de una de sus víctimas con la que hizo una especie de estrella para confundir a la policía y que ésta creyera que se trataba de crímenes satánicos.
Cuando los cuerpos desmembrados y ocultos dentro de maletas comenzaron a aparecer por la zona de metro Chabacano, la prensa apodó al responsable como “El Asesino del Arcoíris” o, como mejor se le conoce, “El Sádico”, por su excesiva violencia.
El descubrimiento de Raúl fue un golpe de suerte. Recién culminado uno de sus asesinatos, el joven cargaba una maleta con un cuerpo en su interior. Se dirigía al lugar habitual para deshacerse de él.
En el momento en que se percató de que de la maleta salía un rastro de sangre, vio que una patrulla se acercaba. Abandonó su carga y se escondió detrás de un árbol. La patrulla pasó de largo y Marroquín, creyendo que estaba a salvo, recuperó el objeto y reanudó su camino.
Pero un corredor pasó cerca de él, llevando un perro a su lado. Al oler la sangre, el animal se inquietó. Tanto el corredor como la patrulla que pasaba cerca se dieron cuenta de que algo extraño pasaba con aquel muchacho.
Las autoridades lo condenaron a 280 años de prisión en el 2010.
En total, se conocen cuatro homicidios cometidos por este asesino: Jonathan Razo, un estudiante de 20 años de edad, Ricardo López, empleado de una televisora y Armando Rivas y Víctor Ángel Balderas, ambos de tan solo 25 años de edad.